viernes, 5 de junio de 2015

PELIRROJO — ESQUIZOFRENIA

PELIRROJO




ACTUALIDAD
Sentado en el estrado el rubio apretaba con fuerza el pantalón de tela entre sus dedos, manteniendo su mentón en alto, apoyado en el respaldo lo más derecho que podía mientras sus orbes celestes se concentraban en el rostro del abogado que mantenía frente a él, Scratchmen Apoo, quién se paseaba de un lado a otro intentando encontrar las palabras adecuadas como para formular sus interrogantes.
─ Le recuerdo que está bajo juramento.
─ Lo sé.
─ ¿El señor Trafalgar lo obligó a dejar la medicación recetada por el doctor Marshall?
─ No, nunca me gustó ingerir aquellos medicamentos.
─ Pero si usted no los ingiere podría llegar a ser catalogado, incluso, como un peligro para la sociedad. No sabemos qué clase de comportamiento tendría usted si es que le da una crisis.
─ Mi enfermedad nunca se ha desarrollado tanto, no he sufrido grandes cambios de conducta en el tiempo que no he ingerido antipsicóticos, como usted ya debe saber, el período que llevo sin medicarme es bastante alto. ─ El rubio levanta su mano, arreglando su flequillo por mera costumbre, para luego voltearse sin levantarse, dirigiendo sus orbes azules hacia el juez, Iceburg, que se encontraba a su derecha.─ Además, si me permite agregar señor juez, las dosis que el doctor Marshall me recetaba eran extremadamente altas.
─ Usted no es médico ¿está suponiendo que el tratamiento que el médico a su cargo le dio es erróneo? ¿Suposición suya o el doctor Trafalgar es quien le dijo aquello?
─ No fue necesario que el Dr. Trafalgar me lo dijera, no fue muy difícil para mí darme cuenta de las reacciones de mi cuerpo. ─ Una mueca de angustia se apoderó de su rostro, aquello no era algo grato de recordar.  Por un momento pensó en dejar de hablar de aquello, no obstante, aquello era por Law, debía ser fuerte por él, porque había sido el ojigris quien le ayudó a recuperarse de cada efecto secundario, situaciones denigrantes que de no haber sido por él y sus cercanos lo hubiera jodido mucho más. ─ Vómitos, mareos, desmayos, dolores, sentía como si realmente no pudiera hacer nada, pensar era algo imposible, me movía a base de órdenes, como un muñeco.
─ ¿Fue el doctor Trafalgar el que le prohibió ingerir sus medicamentos?
─ ¡Objeción! ─ Replicó de inmediato, el abogado defensor del pelinegro, Thatch, se levantó de su asiento con una mirada algo confiada, habían ensayado una y mil preguntas sobre lo que podrían cuestionarle, por supuesto, algo de ese índole estaba entre los cuestionarios.
─ Denegada ─ Iceburg alzó la voz entonces.
─ En ningún momento me sentí obligado
─ ¿Mantenías una relación sexual con el doctor Trafalgar?
─ ¡Objeción! ─ Ni siquiera alcanzó a sentarse nuevamente, Thatch comenzaba a molestarse.─ El abogado se está desviando del tópico… ─No pudo terminar la oración, puesto que el juez lo interrumpió.
─ Denegada ─ Aquel ratoncillo que siempre llevaba consigo se movió hasta su hombro, Iceburg mantenía su atención en el rubio.─ Señor Kuroashi, puede proceder a responder.
Podía sentir las miradas fijas en su persona, el tatuado se mantenía frente a él, separado a unos cortos dos metros de sí mismo, mientras que sus orbes celestes lo buscaban casi con desesperación. Tragó saliva, sintiendo el movimiento de su manzana mientras se perdía unos segundos en sus pensamientos, era tan poca la distancia pero lo sentía demasiado lejos de él. El silencio era incómodo y se encontraba en medio de este, la tensión se sentía, tanto así que un escalofrío atravesó su espalda.─ Yo… comencé a salir con él un poco antes de ingresar a la universidad.─ Finalmente las palabras salieron de sus labios, no supo cómo logró decir aquello, pero estaba realmente satisfecho de sus palabras.
Entonces se dedicó a mirarlo, el brillo de sus ojos lo tranquilizaba, incluso el pelinegro se veía más calmado. Su corazón se apretó al notar las esposas envolver sus muñecas delgadas, porque la falta de su comida lo tenía de esa forma, demasiado delgado como para verse saludable.
No la había cagado ¿verdad? Después de todo, su tratamiento fue mucho más efectivo cuando el joven se hizo cargo de su enfermedad. Si bien, esta era su primera declaración, tenía el presentimiento que Thatch lo regañaría, sin embargo, este no lo miraba, se dedicaba a anotar algo en su computadora.
─ Bien, puede volver a su lugar señor Kuroashi.




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HACE CUATRO AÑOS Y CINCUENTA Y UNA SEMANA
─ No… ¡Ah!... ─ Sus labios fueron acallados por las carnosidades contrarias, su respiración se agitaba con cada movimiento que aquel músculo húmedo realizaba dentro de su cavidad, al mismo tiempo que aquel elástico, el cual mantenía sujeta su larga cabellera, era destrozado por los hábiles, fuertes y largos dedos contrarios. El pelirrojo sabía lo que hacía, obligándole a abrir las piernas aún en medio del ósculo, metiendo entre estas una de las propias, logrando que de a poco el autocontrol desapareciera.
La negación comenzaba a desaparecer de su mirada, los roces de ambas caderas comenzaban a intensificarse, logrando encenderlo lentamente. El control que el contrario tenía en su cuerpo era notable, haciéndole reaccionar poco a poco con cualquiera de sus movimientos, sus manos, incluso habían accedido a traicionarlo, envolviéndose alrededor del delgado cuello del hombre que mantenía frente a él, tirando con cuidado aquellos mechones rebeldes de tonalidad rojiza que caían en su nuca, al mismo tiempo que las manos de Shanks comenzaban a adentrarse bajo su camisa de trabajo.
¡Bendita manera en que pasaban sus horas de colación! Para esas alturas, su rostro estaba tan acalorado, que de seguro el color de su característica nariz se había esparcido por toda su cara. Su pareja, se dedicaba a devorar sus labios entre lametazos rudos, guiando a las formadas piernas a envolverlo, obligándole a rodearlo mientras que aquel brillo lujurioso expresado en su mirada se conectaba con sus propios ojos, potenciando aún más los sentimientos de ambos. Sabía de antemano que a él le gustaba mucho ese tipo de juegos, le excitaba en demasía hacerlo a escondida de los demás funcionarios, obligándolos a ser silenciosos y cuidadosos, arriesgándose a que cualquiera de estos pudiera encontrarlos en alguna posición indecorosa.
Era un pediatra de años, conocido por su excelencia y su vocación ayudar a los demás, desde su adolescencia se planteó el cuidar a los niños enfermos, deseando sacarles una de esas sonrisas hermosas cada vez que podía, era por esto, que había optado la costumbre bien vista de maquillar su rostro como si fuera un payaso, lo que no sabía (en un comienzo), es que eso logró que su lujurioso novio se encendiera aún más al verlo con la bata blanca, acorralándolo cada vez que podía contra cualquier superficie que estuviera a su alcance. Realmente no entendía su fascinación al verlo maquillado de aquella manera, pero reconocía (aunque jamás en voz alta), que la razón por la que prácticamente pasaba todos los días con aquellas figuras en su cara era simplemente para tentarlo y ver su rostro desesperado.
Entretenía a los niños, ocupando diversos métodos para lograr distraerlos mientras los examinaba, también realizaba muchos juegos para aquellos que por algún motivo tenían que seguir su tratamiento en aquella clínica, buscando al mismo tiempo la forma más eficaz e indolora de curarlos, haciendo hasta lo imposible por salvar a los pequeños afectados de su mal. Aquello lo había convertido en un hombre respetable, con una reputación que cuidaba demasiado, se rehusaba a tirar todos esos logros al tacho de la basura, pero sabía que si lo veían en aquella situación seria casi imperdonable y no estaba dispuesto a ser visto de esa manera tan íntima.
─  ¿Por qué diablos te abrigaste tanto? ─ Y ahí estaba de nuevo, el neandental de su novio peleaba con su corbata de payaso. Aprovechó aquel momento para acariciar su rostro, aquella cicatriz en su ojo, producto de un incendio en su infancia, lo hacía parecer mucho más atractivo ante sus ojos, estaba enamorado, definitivamente.
El cuerpo delgado estaba recostado en aquella cama y él estaba sentado sobre su cadera, sus labios se ocupaban ahora de lamer el cuello de cabello largo, mientras que las manos comenzaban abrir la camisa, pero sin sacarla por completo, preocupándose de dejar aquellos erectos botones a la vista. Los habilidosos dedos se movían a su alrededor, acariciando las protuberancias con vehemencia, rodeándolas de manera lenta, para luego posar su tacto  con algo más de fuerza sobre las mismas, apretándolas con tanta rudeza como podía. Debía castigarlo, era un hombre demasiado tentador y no soportaba las miradas que las madres de aquellos mocosos le daban, incluso comenzaba a sospechar que los enfermaban apropósito.
La zurda de Buggy subía, colocándose sobre sus propios belfos para poder acallar aquellos gemidos que amenazaban con escapar, Akagami sabía lo que hacía y disfrutaba mantener el control sobre el cuerpo contrario, mientras que su diestra había bajado, acariciando sobre el pantalón oscuro aquel duro miembro erecto, apretándolo levemente al mismo tiempo que  lo miraba buscando transmitir cada uno de sus sentimientos por él, desde la culpa por hacerlo en la zona de descanso de la clínica, hasta la pasión y ganas que tenía por continuar con su juego prohibido, porque aquello era de lo más excitante.
Desesperado, buscó el comienzo de sus prendas inferiores, empujando aquellas con fuerza, odiaba hacerlo esperar, pero esta era su venganza, además, hoy no tenían mucho tiempo, cualquiera de esos practicantes nuevos podría venir y descubrir sus “pasatiempos”, arruinando por completo aquel momento. La extremidad se cerró sobre su eje, apretando levemente aquel antes de comenzar los lentos movimientos, queriendo distraerlo mientras que la extremidad contraria comenzaba a buscas aquel agujero tan pequeño que podía guiarlo al nirvana. Shanks se preocupaba de susurrar las palabras románticas que sabía que él disfrutaría, ignorando por completo su alrededor, para él solamente existía su respiración agitada y mejillas sonrojadas, visibles sobre su maquillaje sutil y el calor que lograba solamente con su amante.
Dejó un beso casto en sus belfos ante de proceder a introducir el primer falange dentro del cuerpo adverso, la espalda del peliceleste se arqueó levemente como reacción a su movimiento, él solamente sonrió socarronamente, comenzando a realizar un movimiento circular para lograr agrandar un poco el estrecho lugar.
─ Vaya espectáculo
Fue inmediato, los cuerpos se separaron, dejando a un Buggy por completo avergonzado del estado en el que había sido encontrado, tapándose como podía, mientras que la risa algo nerviosa de Shanks se escuchaba en la habitación.
El ojeroso pasó de ellos, simplemente caminó hasta los casilleros que se encontraban frente a las camas, abriendo el que le correspondía para colgar la bata sucia que mantenía entre sus manos, deseando que para cuando volteara nuevamente, los cuerpos contrarios estuvieran cubiertos y separados. Al menos aquella imagen había logrado terminar de despertarlo. Los recuerdos de lo que acababa de ocurrir con el rubio ocupaban casi por completo sus pensamientos en ese momento, pero ahí estaba él, descansando con una intravenosa en su brazos, siendo alimentado con suero por lo que quedaba de noche, con la mirada perdida en el techo y el cabello húmedo después de su baño de emergencia, no tenía tiempo ni ganas de armar un escándalo por lo que había visto, tampoco la paciencia como para escuchar explicaciones.
─ Esto… Trafalgar, no dirás nada ¿No es así? ─ Preguntó el pelirrojo, tapando el cuerpo de su pareja con cierto recelo, lo que casi le hizo gracia al pelinegro.
─ Su relación no es desconocida para nadie Akagami-ya, solo procuren ser más rigurosos. ─ Comentó el ojeroso, dejando que una de sus manos tatuadas se paseara por su cabello en aquel momento, para ese entonces, la camisa del de nariz roja estaba casi abotonada por completo, sin embargo, el calor de su cara no desaparecería tan fácilmente.
Pero el peliceleste decidió concentrarse en algo más, notando lo sucia que había quedado la bata del joven colega que los interrumpió, manteniendo una mirada de lo más curiosa sobre esta. ─ Kuroashi-ya ha tenido un ataque. ─ Respondió Trafalgar casi de inmediato al notar los ojos del pediatra sobre su uniforme.
─ Gyahahahha ¿Y solo a ti te ha vomitado encima? ─ Al parecer la pregunta le disgusto al practicante, quién, sorprendentemente, hizo un mueca, manteniendo silencio por unos segundos antes de mirarlos fijamente, el de cabello largo pudo sentir entonces como es que un escalofrío atravesaba su columna vertebral, se paró de la camilla, sin embargo, antes de llegar frente al más joven, las palabras pronunciadas fueron las que causaron que los ojos de ambos experimentados médicos se abrieran en demasía, definitivamente, aquel muchacho tenía todo un futuro como médico.
─ Pueden estar tranquilos, de mis labios no saldrá ninguna palabra acerca de lo que acabo de presenciar. ─ Comenzó calmado, sin embargo, ellos podrían serle de ayuda para lo que tenía planeado realizar. Ambos lo miraban, por lo que, dejó los rodeos y actúo. ─ Podrían decirme ¿Qué opinan ustedes acerca de los antipsicóticos?




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Que el pelinegro viniera a verlo sin su sombrero de paja le extrañaba, no lo entendía, si su tío (el cual, casualmente trabajaba allí también ¡Vaya mundo pequeño!) podía verlo en los pasillos de la clínica, o junto a él y los demás muchachos en su habitación cada vez que venían a visitarlo, lo mínimo que podía hacer era lucir aquella prenda como agradecimiento.
Ellos hablaban, no entendía mucho pero Usopp estaba sacando algo de su pequeño bolso escolar, una bola pequeña y verde, la cual, se aplastó en la camisa blanca de su uniforme cuando Luffy dio un manotazo, logrando que Nami y Zoro rieran a carcajadas mientras que Vivi buscaba una manera educada de regañar al de cabello negro y el joven de la nariz larga se lamentara por aquello. No escuchaba muy bien sus palabras, pero podía adivinar que, como cuando iban a la escuela juntos, el novio de Kaya estaría diciendo lo mucho que su padre lo regañaría por ensuciar su uniforme con uno de sus inventos, obligándolo a pasar por alguna tortura de  doscientos días.
No quería interrumpir su conversación, pero al mover uno de sus brazos pudo percatarse del tubo plástico que tenía pegado a este, unido a sus venas por una pequeña jeringa. Al parecer, ese pequeño movimiento alertó a sus acompañantes, quienes voltearon casi de inmediato en su dirección─ ¡Miren, Sanji despertó! ─ Fue espontáneo, pronto tenía a los muchachos sentados en la camilla preguntándole por lo que sucedió, para ellos era realmente extraño verlo así, por primera vez en todas sus visitas parecía enfermo. Solo se encogió de hombros, negando con lentitud, aunque claramente él también tenía aquellas dudas, pero algo dentro de sí le decía que era mejor no recordar lo acontecido.
Su cabeza no dolía, pero se sentía incómodo ¿estaría soñando aún? Notó como es que su amada Nami-swan colocaba una de sus manos en su propia frente mientras que la otra se situaba bajo su flequillo, si hubiera estado completamente despierto, definitivamente habría comenzado a gritarle al mundo cuanto la amaba con sus ojos en forma de corazón, pero no lo hizo. Debía de haber estado pálido, porque hasta el marimo lo miraba con cierta preocupación mal disimulada.
─ Kuroashi-kun, hora de tu medicamento.─ Monet, la enfermera de turno, ingresó entonces a la habitación, trayendo consigo aquellos frascos que el día anterior había inspeccionado Chopper, pero ¿cómo negarse a una chica tan guapa como ella? Aún enfermo seguía obedeciéndoles incondicionalmente. Sus amigos se apartaron un poco para que la mujer pudiera acercarse más a su persona, él solamente abrió la boca cuando ella se lo dijo y tragó, sintiendo que con el agua y las tabletas, que se perdían en su boca, también se iba la sensación de sueño que mantenía en aquellos momentos.─ Eres un buen chico Sanji-kun, apenas se vayan tus amigos podrás ir al patio del hospital, una buena noticia ¿no? ─ Debía de serlo, en los siete días que llevaba allí por primera vez podría abandonar la habitación.
Se mantuvo en silencio, una sonrisa algo vacía apareció en su rosto hasta el momento que la vio desaparecer por la misma puerta en la que ingresó; sus amigos siguieron hablando de cosas que al parecer eran divertidas y él apenas se movió, simplemente se dedicó a asentir cuando Usopp le preguntaba algo, causando hasta cierto punto asombro por parte de los demás muchachos, al verle poner atención en aquellas historias ficticias que tanto le gustaban a Luffy.




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Bartolomeo lo vio sentado en esa silla de ruedas apenas pudo salir al patio de la lujosa clínica, era sábado y hoy recibiría visitas, además, era uno de los pocos días en que se les permitía salir al exterior de esta. Como todos los fin de semana     , también él estaba de turno, rubio de ojos azules, diva con complejo de príncipe que siempre buscaba llamar la atención de los demás, fatídico día en que lo colocaron como su enfermero personal. No pudo evitar acercarse, Monet lo acompañaba, como suponía, la chica de cabello verde se alejó apenas lo vio acercarse a su dirección. Sabía que la mirada del repollo estaba en su nuca, completamente atento ante cualquier cosa que hiciera, no por nada tenía una reputación repudiable, según su enfermero, le desagradaba demasiado tener que rebajarse a atender a alguien con su comportamiento, pero realmente le importaba una mierda lo que sea que el hombre con aires principescos pensara y se encargó de hacérselo saber desde un comienzo.
Las palabras no eran realmente su fuerte, nunca lo habían sido, pero en una situación como en la que ambos estaban lo más sano era hablar, al menos eso le había dicho Basil cuando intentaba convencerlo de seguir el tratamiento alternativo que quería utilizar para con su persona.
No era como si le importara, pero salvo por la palidez de su rostro y la extraña forma de su ceja, no concebía la razón por la que aquel niño se encontraba allí. Se sentó con las piernas abiertas a su lado, sin importarle utilizar toda la banca de aquel maldito patio, el rubio se encontraba mirando al vacío junto a esta, al parecer, aún no se percataba de su presencia, algo extraño, puesto que solía ser lo bastante ruidoso como para desagradar a las personas de su alrededor.─ ¿Qué hace un mocoso como tú en este lugar beh~?─ Cuestionó, llevando uno de sus meñiques a su fosa nasal más cercana mientras lo observaba fijamente.
─ ¡Bartolomeo!
Rodó los ojos al escuchar aquella maldita voz, al parecer, su enfermero no estaba muy de acuerdo con que sociabilizara con otros internos, pero a él no le importaba lo que sea que opinara aquel idiota, suficiente tenía con tener que verlo casi todos los días. Hizo aquello que comenzaba a hacérsele costumbre, ignorar al de cabello largo para centrarse ahora en el hombre silencioso.
─ Te hablan.
─ Lo sé.
─ ¿Por qué lo ignoras?
─ Es molesto beh~.
─ ¡Bartolomeo! ─ Pero el rubio no se rendía, parándose frente al contrario mientras acercaba su mano al piercing que mantenía en su rostro aún en contra de las políticas de la clínica, hasta hace unos días, aquellos “privilegios” que solo mantenía el de cabello verde se le hacían extraños, pero era un enfermero recién titulado, su opinión le valía a Rayleigh.
Las personas solían catalogar a los chicos hermosos como idiotas, pero él no era así y podría demostrarlo. Le bastaron solamente dos días para entender la razón por la que Bartolomeo era diferente, considerado por los demás como un paciente V.I.P., por mucho que le desagradara a los demás debían de tratarlo bien. Dracule Mihawk, uno de los tenryuubitos más influyentes de todo el mundo, conocido por ser la cabeza de la mafia más poderosa del mundo, era el padre de Bartolomeo.
La historia familiar del muchacho del tatuaje en el pecho era complicada. Quedó huérfano a la corta edad de seis años, el mayor de dos niños de una alianza entre mafias, había heredado la epilepsia por parte de la familia materna. Al ser hombre, estaba obligado a seguir con el oficio familiar antes de que su hermana Perona, de quince años, contrajera matrimonio. El grupo en que se vinculaba el de cabello verde era bastante conocido  por su agresividad, Cavendish debía pensar tres veces en algo antes de decírselo, él no era una persona cobarde, pero debía cuidarse, un enfermero tan apuesto como él no podía arriesgarse a que su apuesto rostro sufriera algún daño por cortesía de “ojos de halcón”, quien era capaz de dejarlo irreconocible.
Rayleigh se los había dicho a todos los médicos de la planta, si no quería tener problemas con los yakuza, debía tratar como un rey a su hijo.─ El señor Mihawk llamó, al parecer, solo Perona vendrá a verte hoy.
─ Su voz es muy aguda. ─ El ojo izquierdo de Cavendish se cerró levemente ¿quién se creía aquel rubio como para juzgar su perfecta voz? No lo entendía, porque aquellos individuos no caían a sus pies como las demás personas de Grand Line, definitivamente estaban enfermos si no sabían apreciar su irradiante belleza.
─ Te lo dije, solo es un bastardo molesto beh~.




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Cuando Trafalgar abrió esa puerta, pudo notar cómo es que el rubio se encontraba parado frente a la ventana, junto a él, los cuadernos abiertos sobre la pequeña mesa daban a entender que estuvo estudiando anteriormente. Era sábado, lo que significaba que Robin-ya no había venido hoy, tampoco lo haría mañana.
Law dejó con cuidado su bolso sobre la silla, parándose junto al rubio mientras corría la cortina un poco más, para que ambos pudieran ver cómo es que el sol comenzaba a perderse en el horizonte, logrando que el cielo adquiriera una tonalidad algo más anaranjada. Aquella visión le daba algo de melancolía, Corazón, su padre, solía llevarlo a jugar al parque cercano a casa cuando comenzaba el atardecer, ahí permanecían horas, hasta que se encontraba lo suficientemente cansado como para dormirse apenas tocaba la cama. Sonrió al recordar aquello, mirándolo de reojo, para encontrarse con las orbes azules del menor fijas en su rostro.
─ Buenas tardes practicante ¿turno nocturno?─ Preguntó entonces el rubio, aunque no sentía verdadera curiosidad en sus palabras, tal vez le hablaba puramente por compromiso.
─ Buenas noches Kuroashi-ya.─ Se limitó a responderle luego de mirar la hora rápidamente en su reloj de pulsera, Trafalgar estiró una de sus manos, permitiéndole cerrar la ventana, pronto comenzaría a correr viento y no era recomendable que el menor se enfermara, él seguía tomando los antipsicóticos cada doce horas.─ Efectivamente, me tocó acompañarte nuevamente esta noche, espero no te moleste.
El rubio caminó entonces, sus pasos lo guiaron hasta el mesón, en donde cerró cada libro que se encontraba encima, no había podido terminar sus deberes, Robin-swan se preocuparía y no deseaba ver aquella expresión en su bello rostro, suficiente tenía con cargarlo él mismo. Chopper no había venido, llevaba dos días sin visitarlo y comenzaba a preocuparse, se sorprendía a si mismo pensando en lo solo que se sentía aquel lugar sin el pequeño reno merodeando y desordenando la habitación de la clínica, lo extrañaba, aquel reno le hacía compañía cuando más la necesitaba y se sentía necesitado de sus comentarios, con él si había podido reír dentro de esas cuatro paredes.
─ ¿Por qué tenía una cosa inyectada al brazo cuando desperté?
Law estaba feliz, podía decirlo abiertamente, aunque su rostro seguía siendo serio. Disfrutaba cada momento en que el rubio estaba sobrio, afortunadamente, los efectos de los medicamentos solo le duraban seis horas como máximo, pero al tener un peso bajo, no podía aumentarse la dosis del medicamento. El rubio lo miraba con seriedad, Trafalgar lo siguió, después de haber cerrado las cortinas, ayudándolo con sus cuadernos, colocándolos en un rincón del escritorio mientras pensaba en la manera adecuada de explicarle.─ El medicamento que  el Doctor Marshall te ha recetado posee una infinidad de efectos secundarios.─ Se extrañó al no ver ninguna muestra de exaltación en el rostro del joven, hizo una pausa, al no escuchar ninguna pregunta prosiguió con la explicación.─ Entre estos está el vómito y la somnolencia, no sé si te recuerdas, pero ayer cerca de las tres de la mañana apretaste el botón junto a tu cama, para cuando las enfermeras y yo llegamos, no quedaba comida dentro de tu cuerpo para devolver.
Chopper se lo había dicho, Kuroashi llevó una de sus manos a su frente y retrocedió, recordaba haber despertado porque sentía su estómago pesado, también cuando apretó aquel botón, pero el cansancio que sentía en ese entonces le impidió  retener la información de lo ocurrido. ─ Eso explica el cambio de pijama de esta mañana.
─ Como supuse que te molestarías si te acostaba en esas condiciones, apenas dejaste de regurgitar, procedí a bañarte y cambiar tus ropas. Esta mañana no despertaste para el cambio de turno, entonces decidimos ponerte suero para evitar que te deshidrates.─ El ojeroso soltó un suspiro antes de abrir su bitácora y buscar entre las páginas lo ocurrido anoche.─ Tu presión se mantuvo estable toda la noche, al igual que el ritmo cardíaco, tampoco tuviste fiebre. Monet me dijo que no presentaste ninguna anomalía en su turno, pero de todas maneras Kuroashi-ya, si sientes algo extraño debes decirle a quién esté a cargo.
─ No soy un niño, doctor. ─ Comentó soltando un suspiro, si ceño se frunció levemente, para Law aquella visión le pareció adorable, aunque no lo admitiría en voz alta, no quería ganarse ningún reclamo por parte del rubio.
─ Tal vez no, aunque no tienes la edad de un adulto aún.
─ Y tú no pareces un médico.─ Golpe bajo, definitivamente aquello no le agradó al tatuado, ahora el que fruncía el ceño era el ojigris, quien se acercó al menor lentamente, chasqueando mientras pensaba en cómo responderle. Era menor, pero no idiota ¿quién diría que hace unas horas solo era un ente viviente?
─ Escucha bien Kuroashi-ya─ Parpadeó, no se había percatado de lo sexy que sonaba la voz del estudiante de medicina que mantenía frente a su cuerpo, tragó saliva, sus orbes celestes se encontraban fijas en los ojos contrario para cuando lo tuvo lo suficientemente cerca. Él se agachó lo suficiente, quedando a la altura de su cuerpo sentado antes de comenzar a responderle.─ juzgar a alguien por su apariencia no es algo muy de tu estilo.
─ No me conoces Trafalgar.─ Estiró su cuello, pudo sentir como es la punta de su nariz rozaba con la del hombre de cabello negro.─ Tal vez sea un mocoso malcriado más.
─ No lo eres.─ Lo interrumpió, sorprendiendo al rubio al escuchar aquella afirmación, la primera impresión que el tatuado tenía de él le causaba curiosidad.─ Tienes razón, no conozco más que lo estrictamente necesario de ti Kuroashi-ya, pero si fueras de esas personas que juzgan por cómo se ven los demás, habrías reclamado en cuanto me viste, pero hasta hoy no he escuchado ninguna queja con respecto a mí, tampoco Rayleigh-ya me ha comentado algo parecido.
Pero la mirada desafiante no desapareció, el rubio se acostó en la camilla, pero no le dio la espalda, si bien, no se veía para contento al haber roto el acuerdo mutuo en solo hablarse para los controles, algo le decía que la conversación no acabaría allí. Soltó un suspiro, maldiciendo en su mente al haber acertado.
─ Cuando entre a tu habitación noté como es que los frascos de los medicamentos se encontraban desordenados ¿Ingeriste más pastillas en mi ausencia?
─ No.─ ¡Mierda Chopper! Él había movido los frascos de la mesa de noche al examinarlos, aquel reno idiota se los pagaría cuando volviera, aunque si el pelinegro desconfiaba de él no lo dejaría solo y no podría entrar fuera del horario de visitas nuevamente.─ La señorita Bonney me dio lo que necesitaba.
─ Bien.─ Se sentó a su lado, manteniendo una mirada desconfiada en su cuerpo. Llevó una de sus tatuadas manos a la frente del menor, comprobando que la temperatura de su cuerpo se encontraba dentro de lo normal.─ ¿Qué sentiste cuando llamaste a las enfermeras? ¿Dolor de estómago? ¿Un fuerte mareo? ¿Estabas asustado?
¿Por qué debía responder todo aquello? Se sentía mucho mejor cuando estaba en casa y no le preguntaban nada al respecto, aunque más de alguna vez había sorprendido a uno de los cocineruchos observándolo como si fuera un bicho raro.─ Sentí el estómago pesado, eso es lo que recuerdo.
No preguntó más, se hizo a un lado para poder colocar una manta sobre su cuerpo delgado. Se veía deprimido, hablaría con Hawkins-ya, el especialista en medicina alternativa podría serle de ayuda, tal vez las famosas Flores de Bach podrían quitar aquellas expresiones de tristeza del rostro del estudiante, de paso, podría descubrir si es que realmente era un malestar propio del rubio lo que produjo su asco. Cuando sintió su respiración más calmada salió de la habitación, lo dejaría dormir tranquilo por ahora.
─ ¿Dónde está el medicamento de Kuroashi-ya?
─ ¿Por qué lo preguntas Trafalgar? Yo iba a ir en unos minutos a dárselo.
─ Estaba cansado, se ha quedado dormido hace unos segundos. Yo le daré las pastillas Viola-ya.─ Se vio obligado a utilizar sus encantos para convencer a la enfermera jefa del piso, era increíble lo que un par de halagos a las mujeres podían conseguir,  pero solo le bastó unos minutos para obtener las malditas drogas que el rubio debía ingerir a esas horas.

Sabía que la clínica poseía de cámaras en casi todos los pasillos, pero no en las habitaciones. Trafalgar ingresó al lugar en donde el rubio estaba durmiendo, preocupándose de que nadie lo siguiera. Kuroashi dormía con tranquilidad. Sacó una pequeña bolsa del bolsillo exterior de su bolso, colocando allí las tres pastillas que había conseguido. Le tomó menos de dos minutos guardar las drogas, demoró otro más en dejar un vaso con agua a la mitad junto a la cama del menor antes de volver a sentarse cerca de su cuerpo, afortunadamente, nadie vino a confirmar si el muchacho de cejas extrañas había tragado sus fármacos. Una sonrisa confiada adornó sus labios, sus orbes grises estaban fijas en el rostro pacífico del adolescente.─ Te he salvado Kuroashi-ya ─ Murmuro mientras se acercaba a él, acariciando con lentitud el cabello liso que caía rebeldemente en su frente.─ …ya ha comenzado todo esto─ Pobre muchacho, tan ingenuo e inocente.─ …pronto me deberás un favor muy grande “mocoso malcriado”.

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