PELIRROJO
ACTUALIDAD
Sentado
en el estrado el rubio apretaba con fuerza el pantalón de tela entre sus dedos,
manteniendo su mentón en alto, apoyado en el respaldo lo más derecho que podía
mientras sus orbes celestes se concentraban en el rostro del abogado que
mantenía frente a él, Scratchmen Apoo, quién se paseaba de un lado a otro
intentando encontrar las palabras adecuadas como para formular sus
interrogantes.
─
Le recuerdo que está bajo juramento.
─
Lo sé.
─
¿El señor Trafalgar lo obligó a dejar la medicación recetada por el doctor
Marshall?
─
No, nunca me gustó ingerir aquellos medicamentos.
─
Pero si usted no los ingiere podría llegar a ser catalogado, incluso, como un
peligro para la sociedad. No sabemos qué clase de comportamiento tendría usted
si es que le da una crisis.
─
Mi enfermedad nunca se ha desarrollado tanto, no he sufrido grandes cambios de
conducta en el tiempo que no he ingerido antipsicóticos, como usted ya debe
saber, el período que llevo sin medicarme es bastante alto. ─ El rubio levanta
su mano, arreglando su flequillo por mera costumbre, para luego voltearse sin
levantarse, dirigiendo sus orbes azules hacia el juez, Iceburg, que se encontraba
a su derecha.─ Además, si me permite agregar señor juez, las dosis que el
doctor Marshall me recetaba eran extremadamente altas.
─
Usted no es médico ¿está suponiendo que el tratamiento que el médico a su cargo
le dio es erróneo? ¿Suposición suya o el doctor Trafalgar es quien le dijo
aquello?
─
No fue necesario que el Dr. Trafalgar me lo dijera, no fue muy difícil para mí
darme cuenta de las reacciones de mi cuerpo. ─ Una mueca de angustia se apoderó
de su rostro, aquello no era algo grato de recordar. Por un momento pensó en dejar de hablar de
aquello, no obstante, aquello era por Law, debía ser fuerte por él, porque
había sido el ojigris quien le ayudó a recuperarse de cada efecto secundario,
situaciones denigrantes que de no haber sido por él y sus cercanos lo hubiera
jodido mucho más. ─ Vómitos, mareos, desmayos, dolores, sentía como si
realmente no pudiera hacer nada, pensar era algo imposible, me movía a base de
órdenes, como un muñeco.
─
¿Fue el doctor Trafalgar el que le prohibió ingerir sus medicamentos?
─
¡Objeción! ─ Replicó de inmediato, el abogado defensor del pelinegro, Thatch,
se levantó de su asiento con una mirada algo confiada, habían ensayado una y
mil preguntas sobre lo que podrían cuestionarle, por supuesto, algo de ese
índole estaba entre los cuestionarios.
─
Denegada ─ Iceburg alzó la voz entonces.
─
En ningún momento me sentí obligado
─
¿Mantenías una relación sexual con el doctor Trafalgar?
─
¡Objeción! ─ Ni siquiera alcanzó a sentarse nuevamente, Thatch comenzaba a
molestarse.─ El abogado se está desviando del tópico… ─No pudo terminar la
oración, puesto que el juez lo interrumpió.
─
Denegada ─ Aquel ratoncillo que siempre llevaba consigo se movió hasta su
hombro, Iceburg mantenía su atención en el rubio.─ Señor Kuroashi, puede
proceder a responder.
Podía
sentir las miradas fijas en su persona, el tatuado se mantenía frente a él,
separado a unos cortos dos metros de sí mismo, mientras que sus orbes celestes
lo buscaban casi con desesperación. Tragó saliva, sintiendo el movimiento de su
manzana mientras se perdía unos segundos en sus pensamientos, era tan poca la
distancia pero lo sentía demasiado lejos de él. El silencio era incómodo y se
encontraba en medio de este, la tensión se sentía, tanto así que un escalofrío
atravesó su espalda.─ Yo… comencé a salir con él un poco antes de ingresar a la
universidad.─ Finalmente las palabras salieron de sus labios, no supo cómo
logró decir aquello, pero estaba realmente satisfecho de sus palabras.
Entonces
se dedicó a mirarlo, el brillo de sus ojos lo tranquilizaba, incluso el
pelinegro se veía más calmado. Su corazón se apretó al notar las esposas
envolver sus muñecas delgadas, porque la falta de su comida lo tenía de esa
forma, demasiado delgado como para verse saludable.
No
la había cagado ¿verdad? Después de todo, su tratamiento fue mucho más efectivo
cuando el joven se hizo cargo de su enfermedad. Si bien, esta era su primera
declaración, tenía el presentimiento que Thatch lo regañaría, sin embargo, este
no lo miraba, se dedicaba a anotar algo en su computadora.
─
Bien, puede volver a su lugar señor Kuroashi.
-
-
HACE
CUATRO AÑOS Y CINCUENTA Y UNA SEMANA
─
No… ¡Ah!... ─ Sus labios fueron acallados por las carnosidades contrarias, su
respiración se agitaba con cada movimiento que aquel músculo húmedo realizaba
dentro de su cavidad, al mismo tiempo que aquel elástico, el cual mantenía
sujeta su larga cabellera, era destrozado por los hábiles, fuertes y largos
dedos contrarios. El pelirrojo sabía lo que hacía, obligándole a abrir las
piernas aún en medio del ósculo, metiendo entre estas una de las propias,
logrando que de a poco el autocontrol desapareciera.
La
negación comenzaba a desaparecer de su mirada, los roces de ambas caderas
comenzaban a intensificarse, logrando encenderlo lentamente. El control que el
contrario tenía en su cuerpo era notable, haciéndole reaccionar poco a poco con
cualquiera de sus movimientos, sus manos, incluso habían accedido a
traicionarlo, envolviéndose alrededor del delgado cuello del hombre que
mantenía frente a él, tirando con cuidado aquellos mechones rebeldes de
tonalidad rojiza que caían en su nuca, al mismo tiempo que las manos de Shanks
comenzaban a adentrarse bajo su camisa de trabajo.
¡Bendita
manera en que pasaban sus horas de colación! Para esas alturas, su rostro
estaba tan acalorado, que de seguro el color de su característica nariz se
había esparcido por toda su cara. Su pareja, se dedicaba a devorar sus labios
entre lametazos rudos, guiando a las formadas piernas a envolverlo, obligándole
a rodearlo mientras que aquel brillo lujurioso expresado en su mirada se
conectaba con sus propios ojos, potenciando aún más los sentimientos de ambos.
Sabía de antemano que a él le gustaba mucho ese tipo de juegos, le excitaba en
demasía hacerlo a escondida de los demás funcionarios, obligándolos a ser
silenciosos y cuidadosos, arriesgándose a que cualquiera de estos pudiera encontrarlos
en alguna posición indecorosa.
Era
un pediatra de años, conocido por su excelencia y su vocación ayudar a los
demás, desde su adolescencia se planteó el cuidar a los niños enfermos, deseando
sacarles una de esas sonrisas hermosas cada vez que podía, era por esto, que
había optado la costumbre bien vista de maquillar su rostro como si fuera un
payaso, lo que no sabía (en un comienzo), es que eso logró que su lujurioso
novio se encendiera aún más al verlo con la bata blanca, acorralándolo cada vez
que podía contra cualquier superficie que estuviera a su alcance. Realmente no
entendía su fascinación al verlo maquillado de aquella manera, pero reconocía
(aunque jamás en voz alta), que la razón por la que prácticamente pasaba todos
los días con aquellas figuras en su cara era simplemente para tentarlo y ver su
rostro desesperado.
Entretenía
a los niños, ocupando diversos métodos para lograr distraerlos mientras los
examinaba, también realizaba muchos juegos para aquellos que por algún motivo tenían
que seguir su tratamiento en aquella clínica, buscando al mismo tiempo la forma
más eficaz e indolora de curarlos, haciendo hasta lo imposible por salvar a los
pequeños afectados de su mal. Aquello lo había convertido en un hombre
respetable, con una reputación que cuidaba demasiado, se rehusaba a tirar todos
esos logros al tacho de la basura, pero sabía que si lo veían en aquella
situación seria casi imperdonable y no estaba dispuesto a ser visto de esa
manera tan íntima.
─ ¿Por qué diablos te abrigaste tanto? ─ Y ahí
estaba de nuevo, el neandental de su novio peleaba con su corbata de payaso.
Aprovechó aquel momento para acariciar su rostro, aquella cicatriz en su ojo,
producto de un incendio en su infancia, lo hacía parecer mucho más atractivo
ante sus ojos, estaba enamorado, definitivamente.
El
cuerpo delgado estaba recostado en aquella cama y él estaba sentado sobre su
cadera, sus labios se ocupaban ahora de lamer el cuello de cabello largo,
mientras que las manos comenzaban abrir la camisa, pero sin sacarla por
completo, preocupándose de dejar aquellos erectos botones a la vista. Los
habilidosos dedos se movían a su alrededor, acariciando las protuberancias con
vehemencia, rodeándolas de manera lenta, para luego posar su tacto con algo más de fuerza sobre las mismas,
apretándolas con tanta rudeza como podía. Debía castigarlo, era un hombre demasiado
tentador y no soportaba las miradas que las madres de aquellos mocosos le daban,
incluso comenzaba a sospechar que los enfermaban apropósito.
La
zurda de Buggy subía, colocándose sobre sus propios belfos para poder acallar
aquellos gemidos que amenazaban con escapar, Akagami sabía lo que hacía y
disfrutaba mantener el control sobre el cuerpo contrario, mientras que su diestra
había bajado, acariciando sobre el pantalón oscuro aquel duro miembro erecto,
apretándolo levemente al mismo tiempo que lo miraba buscando transmitir cada uno de sus
sentimientos por él, desde la culpa por hacerlo en la zona de descanso de la
clínica, hasta la pasión y ganas que tenía por continuar con su juego prohibido,
porque aquello era de lo más excitante.
Desesperado,
buscó el comienzo de sus prendas inferiores, empujando aquellas con fuerza,
odiaba hacerlo esperar, pero esta era su venganza, además, hoy no tenían mucho
tiempo, cualquiera de esos practicantes nuevos podría venir y descubrir sus “pasatiempos”,
arruinando por completo aquel momento. La extremidad se cerró sobre su eje,
apretando levemente aquel antes de comenzar los lentos movimientos, queriendo
distraerlo mientras que la extremidad contraria comenzaba a buscas aquel
agujero tan pequeño que podía guiarlo al nirvana. Shanks se preocupaba de
susurrar las palabras románticas que sabía que él disfrutaría, ignorando por
completo su alrededor, para él solamente existía su respiración agitada y
mejillas sonrojadas, visibles sobre su maquillaje sutil y el calor que lograba
solamente con su amante.
Dejó
un beso casto en sus belfos ante de proceder a introducir el primer falange
dentro del cuerpo adverso, la espalda del peliceleste se arqueó levemente como
reacción a su movimiento, él solamente sonrió socarronamente, comenzando a
realizar un movimiento circular para lograr agrandar un poco el estrecho lugar.
─
Vaya espectáculo
Fue
inmediato, los cuerpos se separaron, dejando a un Buggy por completo
avergonzado del estado en el que había sido encontrado, tapándose como podía,
mientras que la risa algo nerviosa de Shanks se escuchaba en la habitación.
El
ojeroso pasó de ellos, simplemente caminó hasta los casilleros que se
encontraban frente a las camas, abriendo el que le correspondía para colgar la
bata sucia que mantenía entre sus manos, deseando que para cuando volteara
nuevamente, los cuerpos contrarios estuvieran cubiertos y separados. Al menos
aquella imagen había logrado terminar de despertarlo. Los recuerdos de lo que
acababa de ocurrir con el rubio ocupaban casi por completo sus pensamientos en
ese momento, pero ahí estaba él, descansando con una intravenosa en su brazos,
siendo alimentado con suero por lo que quedaba de noche, con la mirada perdida
en el techo y el cabello húmedo después de su baño de emergencia, no tenía
tiempo ni ganas de armar un escándalo por lo que había visto, tampoco la
paciencia como para escuchar explicaciones.
─
Esto… Trafalgar, no dirás nada ¿No es así? ─ Preguntó el pelirrojo, tapando el
cuerpo de su pareja con cierto recelo, lo que casi le hizo gracia al pelinegro.
─
Su relación no es desconocida para nadie Akagami-ya, solo procuren ser más
rigurosos. ─ Comentó el ojeroso, dejando que una de sus manos tatuadas se
paseara por su cabello en aquel momento, para ese entonces, la camisa del de
nariz roja estaba casi abotonada por completo, sin embargo, el calor de su cara
no desaparecería tan fácilmente.
Pero
el peliceleste decidió concentrarse en algo más, notando lo sucia que había
quedado la bata del joven colega que los interrumpió, manteniendo una mirada de
lo más curiosa sobre esta. ─ Kuroashi-ya ha tenido un ataque. ─ Respondió Trafalgar
casi de inmediato al notar los ojos del pediatra sobre su uniforme.
─
Gyahahahha ¿Y solo a ti te ha vomitado encima? ─ Al parecer la pregunta le
disgusto al practicante, quién, sorprendentemente, hizo un mueca, manteniendo
silencio por unos segundos antes de mirarlos fijamente, el de cabello largo
pudo sentir entonces como es que un escalofrío atravesaba su columna vertebral,
se paró de la camilla, sin embargo, antes de llegar frente al más joven, las
palabras pronunciadas fueron las que causaron que los ojos de ambos
experimentados médicos se abrieran en demasía, definitivamente, aquel muchacho
tenía todo un futuro como médico.
─
Pueden estar tranquilos, de mis labios no saldrá ninguna palabra acerca de lo
que acabo de presenciar. ─ Comenzó calmado, sin embargo, ellos podrían serle de
ayuda para lo que tenía planeado realizar. Ambos lo miraban, por lo que, dejó
los rodeos y actúo. ─ Podrían decirme ¿Qué opinan ustedes acerca de los
antipsicóticos?
-
-
Que
el pelinegro viniera a verlo sin su sombrero de paja le extrañaba, no lo
entendía, si su tío (el cual, casualmente trabajaba allí también ¡Vaya mundo
pequeño!) podía verlo en los pasillos de la clínica, o junto a él y los demás
muchachos en su habitación cada vez que venían a visitarlo, lo mínimo que podía
hacer era lucir aquella prenda como agradecimiento.
Ellos
hablaban, no entendía mucho pero Usopp estaba sacando algo de su pequeño bolso
escolar, una bola pequeña y verde, la cual, se aplastó en la camisa blanca de
su uniforme cuando Luffy dio un manotazo, logrando que Nami y Zoro rieran a
carcajadas mientras que Vivi buscaba una manera educada de regañar al de
cabello negro y el joven de la nariz larga se lamentara por aquello. No
escuchaba muy bien sus palabras, pero podía adivinar que, como cuando iban a la
escuela juntos, el novio de Kaya estaría diciendo lo mucho que su padre lo regañaría
por ensuciar su uniforme con uno de sus inventos, obligándolo a pasar por
alguna tortura de doscientos días.
No
quería interrumpir su conversación, pero al mover uno de sus brazos pudo
percatarse del tubo plástico que tenía pegado a este, unido a sus venas por una
pequeña jeringa. Al parecer, ese pequeño movimiento alertó a sus acompañantes,
quienes voltearon casi de inmediato en su dirección─ ¡Miren, Sanji despertó! ─
Fue espontáneo, pronto tenía a los muchachos sentados en la camilla
preguntándole por lo que sucedió, para ellos era realmente extraño verlo así,
por primera vez en todas sus visitas parecía enfermo. Solo se encogió de hombros,
negando con lentitud, aunque claramente él también tenía aquellas dudas, pero
algo dentro de sí le decía que era mejor no recordar lo acontecido.
Su
cabeza no dolía, pero se sentía incómodo ¿estaría soñando aún? Notó como es que
su amada Nami-swan colocaba una de sus manos en su propia frente mientras que
la otra se situaba bajo su flequillo, si hubiera estado completamente despierto,
definitivamente habría comenzado a gritarle al mundo cuanto la amaba con sus
ojos en forma de corazón, pero no lo hizo. Debía de haber estado pálido, porque
hasta el marimo lo miraba con cierta preocupación mal disimulada.
─
Kuroashi-kun, hora de tu medicamento.─ Monet, la enfermera de turno, ingresó
entonces a la habitación, trayendo consigo aquellos frascos que el día anterior
había inspeccionado Chopper, pero ¿cómo negarse a una chica tan guapa como
ella? Aún enfermo seguía obedeciéndoles incondicionalmente. Sus amigos se
apartaron un poco para que la mujer pudiera acercarse más a su persona, él
solamente abrió la boca cuando ella se lo dijo y tragó, sintiendo que con el
agua y las tabletas, que se perdían en su boca, también se iba la sensación de
sueño que mantenía en aquellos momentos.─ Eres un buen chico Sanji-kun, apenas
se vayan tus amigos podrás ir al patio del hospital, una buena noticia ¿no? ─
Debía de serlo, en los siete días que llevaba allí por primera vez podría
abandonar la habitación.
Se
mantuvo en silencio, una sonrisa algo vacía apareció en su rosto hasta el
momento que la vio desaparecer por la misma puerta en la que ingresó; sus
amigos siguieron hablando de cosas que al parecer eran divertidas y él apenas
se movió, simplemente se dedicó a asentir cuando Usopp le preguntaba algo,
causando hasta cierto punto asombro por parte de los demás muchachos, al verle
poner atención en aquellas historias ficticias que tanto le gustaban a Luffy.
-
-
Bartolomeo
lo vio sentado en esa silla de ruedas apenas pudo salir al patio de la lujosa
clínica, era sábado y hoy recibiría visitas, además, era uno de los pocos días
en que se les permitía salir al exterior de esta. Como todos los fin de semana , también él estaba de turno, rubio de ojos
azules, diva con complejo de príncipe que siempre buscaba llamar la atención de
los demás, fatídico día en que lo colocaron como su enfermero personal. No pudo
evitar acercarse, Monet lo acompañaba, como suponía, la chica de cabello verde
se alejó apenas lo vio acercarse a su dirección. Sabía que la mirada del
repollo estaba en su nuca, completamente atento ante cualquier cosa que
hiciera, no por nada tenía una reputación repudiable, según su enfermero, le
desagradaba demasiado tener que rebajarse a atender a alguien con su
comportamiento, pero realmente le importaba una mierda lo que sea que el hombre
con aires principescos pensara y se encargó de hacérselo saber desde un
comienzo.
Las
palabras no eran realmente su fuerte, nunca lo habían sido, pero en una
situación como en la que ambos estaban lo más sano era hablar, al menos eso le
había dicho Basil cuando intentaba convencerlo de seguir el tratamiento
alternativo que quería utilizar para con su persona.
No
era como si le importara, pero salvo por la palidez de su rostro y la extraña
forma de su ceja, no concebía la razón por la que aquel niño se encontraba
allí. Se sentó con las piernas abiertas a su lado, sin importarle utilizar toda
la banca de aquel maldito patio, el rubio se encontraba mirando al vacío junto
a esta, al parecer, aún no se percataba de su presencia, algo extraño, puesto
que solía ser lo bastante ruidoso como para desagradar a las personas de su
alrededor.─ ¿Qué hace un mocoso como tú en este lugar beh~?─ Cuestionó,
llevando uno de sus meñiques a su fosa nasal más cercana mientras lo observaba
fijamente.
─
¡Bartolomeo!
Rodó
los ojos al escuchar aquella maldita voz, al parecer, su enfermero no estaba
muy de acuerdo con que sociabilizara con otros internos, pero a él no le
importaba lo que sea que opinara aquel idiota, suficiente tenía con tener que
verlo casi todos los días. Hizo aquello que comenzaba a hacérsele costumbre,
ignorar al de cabello largo para centrarse ahora en el hombre silencioso.
─
Te hablan.
─
Lo sé.
─
¿Por qué lo ignoras?
─
Es molesto beh~.
─
¡Bartolomeo! ─ Pero el rubio no se rendía, parándose frente al contrario
mientras acercaba su mano al piercing que mantenía en su rostro aún en contra
de las políticas de la clínica, hasta hace unos días, aquellos “privilegios”
que solo mantenía el de cabello verde se le hacían extraños, pero era un
enfermero recién titulado, su opinión le valía a Rayleigh.
Las
personas solían catalogar a los chicos hermosos como idiotas, pero él no era
así y podría demostrarlo. Le bastaron solamente dos días para entender la razón
por la que Bartolomeo era diferente, considerado por los demás como un paciente
V.I.P., por mucho que le desagradara a los demás debían de tratarlo bien.
Dracule Mihawk, uno de los tenryuubitos más influyentes de todo el mundo,
conocido por ser la cabeza de la mafia más poderosa del mundo, era el padre de
Bartolomeo.
La
historia familiar del muchacho del tatuaje en el pecho era complicada. Quedó
huérfano a la corta edad de seis años, el mayor de dos niños de una alianza
entre mafias, había heredado la epilepsia por parte de la familia materna. Al
ser hombre, estaba obligado a seguir con el oficio familiar antes de que su
hermana Perona, de quince años, contrajera matrimonio. El grupo en que se
vinculaba el de cabello verde era bastante conocido por su agresividad, Cavendish debía pensar
tres veces en algo antes de decírselo, él no era una persona cobarde, pero
debía cuidarse, un enfermero tan apuesto como él no podía arriesgarse a que su
apuesto rostro sufriera algún daño por cortesía de “ojos de halcón”, quien era
capaz de dejarlo irreconocible.
Rayleigh
se los había dicho a todos los médicos de la planta, si no quería tener
problemas con los yakuza, debía tratar como un rey a su hijo.─ El señor Mihawk llamó,
al parecer, solo Perona vendrá a verte hoy.
─
Su voz es muy aguda. ─ El ojo izquierdo de Cavendish se cerró levemente ¿quién
se creía aquel rubio como para juzgar su perfecta voz? No lo entendía, porque
aquellos individuos no caían a sus pies como las demás personas de Grand Line,
definitivamente estaban enfermos si no sabían apreciar su irradiante belleza.
─
Te lo dije, solo es un bastardo molesto beh~.
-
-
Cuando
Trafalgar abrió esa puerta, pudo notar cómo es que el rubio se encontraba
parado frente a la ventana, junto a él, los cuadernos abiertos sobre la pequeña
mesa daban a entender que estuvo estudiando anteriormente. Era sábado, lo que significaba
que Robin-ya no había venido hoy, tampoco lo haría mañana.
Law
dejó con cuidado su bolso sobre la silla, parándose junto al rubio mientras
corría la cortina un poco más, para que ambos pudieran ver cómo es que el sol
comenzaba a perderse en el horizonte, logrando que el cielo adquiriera una
tonalidad algo más anaranjada. Aquella visión le daba algo de melancolía,
Corazón, su padre, solía llevarlo a jugar al parque cercano a casa cuando
comenzaba el atardecer, ahí permanecían horas, hasta que se encontraba lo
suficientemente cansado como para dormirse apenas tocaba la cama. Sonrió al
recordar aquello, mirándolo de reojo, para encontrarse con las orbes azules del
menor fijas en su rostro.
─
Buenas tardes practicante ¿turno nocturno?─ Preguntó entonces el rubio, aunque
no sentía verdadera curiosidad en sus palabras, tal vez le hablaba puramente
por compromiso.
─
Buenas noches Kuroashi-ya.─ Se limitó a responderle luego de mirar la hora
rápidamente en su reloj de pulsera, Trafalgar estiró una de sus manos,
permitiéndole cerrar la ventana, pronto comenzaría a correr viento y no era
recomendable que el menor se enfermara, él seguía tomando los antipsicóticos
cada doce horas.─ Efectivamente, me tocó acompañarte nuevamente esta noche,
espero no te moleste.
El
rubio caminó entonces, sus pasos lo guiaron hasta el mesón, en donde cerró cada
libro que se encontraba encima, no había podido terminar sus deberes,
Robin-swan se preocuparía y no deseaba ver aquella expresión en su bello
rostro, suficiente tenía con cargarlo él mismo. Chopper no había venido,
llevaba dos días sin visitarlo y comenzaba a preocuparse, se sorprendía a si
mismo pensando en lo solo que se sentía aquel lugar sin el pequeño reno
merodeando y desordenando la habitación de la clínica, lo extrañaba, aquel reno
le hacía compañía cuando más la necesitaba y se sentía necesitado de sus
comentarios, con él si había podido reír dentro de esas cuatro paredes.
─
¿Por qué tenía una cosa inyectada al brazo cuando desperté?
Law
estaba feliz, podía decirlo abiertamente, aunque su rostro seguía siendo serio.
Disfrutaba cada momento en que el rubio estaba sobrio, afortunadamente, los
efectos de los medicamentos solo le duraban seis horas como máximo, pero al
tener un peso bajo, no podía aumentarse la dosis del medicamento. El rubio lo
miraba con seriedad, Trafalgar lo siguió, después de haber cerrado las
cortinas, ayudándolo con sus cuadernos, colocándolos en un rincón del
escritorio mientras pensaba en la manera adecuada de explicarle.─ El
medicamento que el Doctor Marshall te ha
recetado posee una infinidad de efectos secundarios.─ Se extrañó al no ver
ninguna muestra de exaltación en el rostro del joven, hizo una pausa, al no
escuchar ninguna pregunta prosiguió con la explicación.─ Entre estos está el
vómito y la somnolencia, no sé si te recuerdas, pero ayer cerca de las tres de la
mañana apretaste el botón junto a tu cama, para cuando las enfermeras y yo
llegamos, no quedaba comida dentro de tu cuerpo para devolver.
Chopper
se lo había dicho, Kuroashi llevó una de sus manos a su frente y retrocedió,
recordaba haber despertado porque sentía su estómago pesado, también cuando
apretó aquel botón, pero el cansancio que sentía en ese entonces le
impidió retener la información de lo
ocurrido. ─ Eso explica el cambio de pijama de esta mañana.
─
Como supuse que te molestarías si te acostaba en esas condiciones, apenas
dejaste de regurgitar, procedí a bañarte y cambiar tus ropas. Esta mañana no
despertaste para el cambio de turno, entonces decidimos ponerte suero para
evitar que te deshidrates.─ El ojeroso soltó un suspiro antes de abrir su
bitácora y buscar entre las páginas lo ocurrido anoche.─ Tu presión se mantuvo
estable toda la noche, al igual que el ritmo cardíaco, tampoco tuviste fiebre.
Monet me dijo que no presentaste ninguna anomalía en su turno, pero de todas
maneras Kuroashi-ya, si sientes algo extraño debes decirle a quién esté a cargo.
─
No soy un niño, doctor. ─ Comentó soltando un suspiro, si ceño se frunció
levemente, para Law aquella visión le pareció adorable, aunque no lo admitiría
en voz alta, no quería ganarse ningún reclamo por parte del rubio.
─
Tal vez no, aunque no tienes la edad de un adulto aún.
─
Y tú no pareces un médico.─ Golpe bajo, definitivamente aquello no le agradó al
tatuado, ahora el que fruncía el ceño era el ojigris, quien se acercó al menor
lentamente, chasqueando mientras pensaba en cómo responderle. Era menor, pero
no idiota ¿quién diría que hace unas horas solo era un ente viviente?
─
Escucha bien Kuroashi-ya─ Parpadeó, no se había percatado de lo sexy que sonaba
la voz del estudiante de medicina que mantenía frente a su cuerpo, tragó
saliva, sus orbes celestes se encontraban fijas en los ojos contrario para
cuando lo tuvo lo suficientemente cerca. Él se agachó lo suficiente, quedando a
la altura de su cuerpo sentado antes de comenzar a responderle.─ juzgar a
alguien por su apariencia no es algo muy de tu estilo.
─
No me conoces Trafalgar.─ Estiró su cuello, pudo sentir como es la punta de su
nariz rozaba con la del hombre de cabello negro.─ Tal vez sea un mocoso
malcriado más.
─
No lo eres.─ Lo interrumpió, sorprendiendo al rubio al escuchar aquella afirmación,
la primera impresión que el tatuado tenía de él le causaba curiosidad.─ Tienes
razón, no conozco más que lo estrictamente necesario de ti Kuroashi-ya, pero si
fueras de esas personas que juzgan por cómo se ven los demás, habrías reclamado
en cuanto me viste, pero hasta hoy no he escuchado ninguna queja con respecto a
mí, tampoco Rayleigh-ya me ha comentado algo parecido.
Pero
la mirada desafiante no desapareció, el rubio se acostó en la camilla, pero no
le dio la espalda, si bien, no se veía para contento al haber roto el acuerdo
mutuo en solo hablarse para los controles, algo le decía que la conversación no
acabaría allí. Soltó un suspiro, maldiciendo en su mente al haber acertado.
─
Cuando entre a tu habitación noté como es que los frascos de los medicamentos
se encontraban desordenados ¿Ingeriste más pastillas en mi ausencia?
─
No.─ ¡Mierda Chopper! Él había movido los frascos de la mesa de noche al
examinarlos, aquel reno idiota se los pagaría cuando volviera, aunque si el
pelinegro desconfiaba de él no lo dejaría solo y no podría entrar fuera del
horario de visitas nuevamente.─ La señorita Bonney me dio lo que necesitaba.
─
Bien.─ Se sentó a su lado, manteniendo una mirada desconfiada en su cuerpo. Llevó
una de sus tatuadas manos a la frente del menor, comprobando que la temperatura
de su cuerpo se encontraba dentro de lo normal.─ ¿Qué sentiste cuando llamaste
a las enfermeras? ¿Dolor de estómago? ¿Un fuerte mareo? ¿Estabas asustado?
¿Por
qué debía responder todo aquello? Se sentía mucho mejor cuando estaba en casa y
no le preguntaban nada al respecto, aunque más de alguna vez había sorprendido
a uno de los cocineruchos observándolo como si fuera un bicho raro.─ Sentí el
estómago pesado, eso es lo que recuerdo.
No
preguntó más, se hizo a un lado para poder colocar una manta sobre su cuerpo
delgado. Se veía deprimido, hablaría con Hawkins-ya, el especialista en medicina
alternativa podría serle de ayuda, tal vez las famosas Flores de Bach podrían
quitar aquellas expresiones de tristeza del rostro del estudiante, de paso,
podría descubrir si es que realmente era un malestar propio del rubio lo que
produjo su asco. Cuando sintió su respiración más calmada salió de la habitación,
lo dejaría dormir tranquilo por ahora.
─
¿Dónde está el medicamento de Kuroashi-ya?
─ ¿Por
qué lo preguntas Trafalgar? Yo iba a ir en unos minutos a dárselo.
─
Estaba cansado, se ha quedado dormido hace unos segundos. Yo le daré las
pastillas Viola-ya.─ Se vio obligado a utilizar sus encantos para convencer a
la enfermera jefa del piso, era increíble lo que un par de halagos a las
mujeres podían conseguir, pero solo le
bastó unos minutos para obtener las malditas drogas que el rubio debía ingerir
a esas horas.
Sabía
que la clínica poseía de cámaras en casi todos los pasillos, pero no en las
habitaciones. Trafalgar ingresó al lugar en donde el rubio estaba durmiendo,
preocupándose de que nadie lo siguiera. Kuroashi dormía con tranquilidad. Sacó una
pequeña bolsa del bolsillo exterior de su bolso, colocando allí las tres
pastillas que había conseguido. Le tomó menos de dos minutos guardar las drogas,
demoró otro más en dejar un vaso con agua a la mitad junto a la cama del menor
antes de volver a sentarse cerca de su cuerpo, afortunadamente, nadie vino a
confirmar si el muchacho de cejas extrañas había tragado sus fármacos. Una sonrisa
confiada adornó sus labios, sus orbes grises estaban fijas en el rostro pacífico
del adolescente.─ Te he salvado Kuroashi-ya ─ Murmuro mientras se acercaba a
él, acariciando con lentitud el cabello liso que caía rebeldemente en su
frente.─ …ya ha comenzado todo esto─ Pobre muchacho, tan ingenuo e inocente.─ …pronto
me deberás un favor muy grande “mocoso malcriado”.
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